
Si bien durante mucho tiempo una
sociedad más bien machista solo indicaba que el que tenía que disfrutar era el
hombre (o por lo menos era el único que tenía la posibilidad de reconocer que
disfrutaba con el sexo), la verdad es que el proporcionar placer a nuestra
pareja puede ser tan gratificante como el de recibirlo. El cerebro es en
realidad un órgano sexual muy importante. El deseo, la excitación, el placer, y
más pasan por el cerebro. Por supuesto, esto quiere decir que el primer paso
hacia un orgasmo pasa por la cabeza.
Desde
el punto de vista sexológico, el orgasmo constituye el momento en el cual,
después de una gran tensión sexual que ha venido en ascenso (todos los músculos
están contraídos, los genitales están llenos de sangre, el ritmo cardíaco y el
respiratorio están en su nivel más alto) se descarga esta tensión a través de
contracciones rítmicas de los músculos pélvicos, lo que produce una vivencia de gran placer. Es una experiencia extraordinaria que suele ser el punto
culminante (el más intenso) de la vivencia sexual. Puede ser un momento de gran
plenitud e intensidad. Lo que significa que no se experimenta únicamente en
forma fisiológica, sino que hay un componente subjetivo, emocional fundamental,
que suele experimentarse con un extremo placer y sensación de plena
satisfacción. Cada persona vive sus orgasmos de manera particular.
Hay
muchos mitos y creencias alrededor del orgasmo que pueden llegar a convertirlo
en un punto de preocupación. Uno de los mitos más difundidos dice que para que
una relación sexual sea positiva y adecuada, el orgasmo de ambos miembros de la
pareja debe darse al mismo tiempo. Esto no necesariamente es así. Un encuentro
sexual puede ser muy satisfactorio aunque ambos integrantes alcancen su orgasmo
en distintos momentos. Una relación erótica también puede ser placentera sin
necesidad de alcanzar siempre el clímax.
Otra
de las creencias se relaciona (en el caso de la sexualidad masculina) con la
asociación ineludible entre eyaculación y orgasmo. Muchas veces efectivamente
van unidos, pero no tiene por qué ser siempre así. Es posible eyacular sin
tener orgasmo y viceversa. Esta última práctica, generadora de un placer muy
intenso y prolongado, requiere un aprendizaje y entrenamiento especiales como
por ejemplo el Sexo Tántrico.
En cuanto a la sexualidad femenina, suele
haber una confusión en cuanto a la diferencia entre orgasmo clitorídeo o
vaginal, clasificación proveniente de la propuesta psicoanalítica. Freud (su
precursor) señalaba que las mujeres solamente eran sexualmente maduras cuando
tenían un orgasmo vaginal y decía que el clímax producido gracias a la
estimulación del clítoris era característico de las niñas o las mujeres
inmaduras. Hoy en día persiste la creencia (que genera muchos malentendidos y
preocupaciones) de que si una mujer no alcanza un orgasmo a través del coito,
sin estimulación del clítoris, hay algo que está mal. Esto no es así. Cada
mujer puede vivenciar o no, sus orgasmos a partir de la estimulación de diversas
partes de su cuerpo o a través de distintos estímulos. No existe un orgasmo
maduro o funcional y un orgasmo inmaduro. Lo importante es que la experiencia
sea satisfactoria y placentera para ella.
Otro
de los mitos se relaciona con la idea de que las personas somos responsables de
que nuestra pareja tenga un orgasmo. Esto tampoco es cierto. Cada persona es
responsable de su propio placer. Entre estas responsabilidades se encuentra el
derecho de decirle a su pareja qué y cómo le gusta y qué no. Para ello primero
hay que conocerse, explorar solos o en compañía para aprender sobre el propio
placer y atreverse a conversarlo. Es una vivencia que puede ser muy erótica,
divertida y definitivamente enriquecedora, que consolida y refuerza la unión y
la satisfacción entre la pareja, y el conocimiento y el disfrute de nuestro
propio cuerpo.