
“Es un no sé qué… pero me gusta”. “Es que es tan simpático(a) e interesante”. “Me ha flechado Cupido” ¿Será el olor, la voz, la presencia, la sonrisa, el físico o sencillamente un gesto lo que nos atrae sexualmente de otras personas? Este desconocimiento, estriba en el hecho de que nos resulta prácticamente imposible analizar la inmensa cantidad de datos que nuestro cerebro ha procesado, para llegar a la conclusión que esa persona que conocimos ayer, sencillamente nos gusta y atrae.
Es
el Hipotálamo quien percibe todos estos detalles y a su vez éstos son transmitidos a la glándula
pituitaria, donde se libera una hormona que determinará la impresión provocada
por esa persona. Las opciones son la atracción o la indiferencia, y en este
caso ya no habrá nada que hacer: la química manda. Pero esto es sólo la primera
parte, la más instintiva de la relación. Partiendo de esta base puramente
física, el camino de la respuesta sexual pasa por la mente, complicada en los
humanos como en ningún otro animal; añadiendo multitud de imágenes previas,
conceptos, preferencias basadas en la experiencia o en situaciones vividas,
recuerdos y que junto con la educación recibida, el ejemplo familiar, la
personalidad... determinan un modelo social propio de cada persona.
La
respuesta inconsciente del organismo, en caso de ser favorable a un
acercamiento sexual, comprende señales más o menos claras como cejas arqueadas,
ojos muy abiertos y miradas prolongadas. Humedecer los labios con la lengua o
mantener la boca abierta y en franca sonrisa, la inclinación del cuerpo hacia
la otra persona, y en una progresiva tendencia a reducir la distancia que
separa a las dos personas, incluso hasta el punto de provocar ligeros roces o
contactos son también señales de que las cosas van en buena dirección. Entonces
una vez que las dos personas saben que están predispuestas y no van a encontrar
un rechazo a sus iniciativas, se pasa a la acción consciente, al flirteo y la
seducción.
Numerosas
investigaciones dan un papel importantísimo a los estímulos olfativos
(sustancias sexuales odoríferas llamadas feromonas) como sexualmente atrayentes
en especies no humanas; la hembra humana también segrega sustancias similares;
pero se cuestiona hasta qué punto los hombres son capaces de detectarlas. Además el factor cultural asociado a la
higiene, hace que por regla general se considere atractivo el olor a “limpio” o
perfumado que tapan y esconden nuestras propias esencias y olores. Es indudable
que algunas personas tienen un fuerte atractivo para casi todas las demás. Un
magnetismo personal que las hace fascinantes y en algunos casos irresistibles;
existe un patrón de belleza que es general para casi todas las culturas y que
de alguna manera hace que visualmente nos atraigan más que otras, como por
ejemplo el grado de simetría del rostro y cuerpo (a mayor simetría mayor
atractivo).
En
definitiva la atracción sexual puede despertarse a través de todas las formas
de percepción sensorial pero por ahora seguirá siendo un enigma cuáles son los
factores específicos que hacen que nos sintamos atraídos sexualmente hacia una
persona e incluso nos enamoremos.
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