GRAVEDAD 0 (Relato Erótico)
“¡No
aguanto más tanta soledad!”, repetía incansablemente Samantha. Como todos los
martes a las 4pm, suele visitar a su terapeuta en unas citas que al finalizar seguían
acumulando sus ganas de seducirlo y estar con él.
Lleva 8 meses,
contemplando la idea de propiciar un encuentro casual con él, su terapeuta es
su fantasía mejor guardada. Sin embargo ella hacía un esfuerzo tremendo en
ocultar su necesidad, a la vez oía con genuino interés todas las
recomendaciones y consejos que él podía aportarle. El siempre presto, guapo y
bien arreglado, cabello y barba impecables, con aires y gran nombre galo, con pose de buen doctor.
Ella, siempre casual y desarreglada, vestido largo y florido, que apenas dejaba
adivinar su interesante y locuaz figura.
Su hermosa cara sin maquillar, revelaba su increíble personalidad.
Luego de un silencio profundo, esperando a que
ella se calmara tras su sollozo y amplia queja; él interrumpe con seguridad y
pregunta… “háblame de tus fantasías sexuales”, ella una y otra vez había
evitado ese tema pues, en sus fantasías siempre lo incluía a él. Su vergüenza y
su pudor por ser él quien era, la habían alejado por completo de comentarle ese
tema, pero hoy se había decidido a exponerle su tan oscura confesión.
Samatha quiso darle
una tonalidad informal, siempre lo había llamado Doctor, hoy se atrevía por vez
primera a llamarlo por su nombre.
-
“¡No lo creerás Alain, pero he tenido un
sueño que te involucra! Ha sido un sueño erótico en el que estábamos juntos”.
Con
claro nerviosismo transformó su fantasía en sueño, no quería hacerlo ver como
intencional, el sueño era algo que no se puede controlar; mientras que la
fantasía, pensaba la hacía ver más perversa. Ella prosiguió su historia
cambiando ciertos detalles, moría de la vergüenza y a la vez algo de
excitación. Él, quien siempre toma notas de lo narrado, subió la mirada con
ávido interés, esperando que su historia fuera más interesante que la de
pacientes anteriores. Soltó el bolígrafo, cruzó sus piernas y su mano izquierda
comenzó a acariciar su propia barba. Ella enseguida notó el creciente interés,
creando un ambiente expectante. Ella con asombrosa destreza, comenzó a narrar
su fantasía.
-
Estaba en una especie de nave o estación
espacial. Era una nave gigante que giraba sin cesar, yo corría ansiosa por sus
interminables pasillos, buscando algo o a alguien que me brindara confort y consuelo. Luego de
mucho correr llegué al centro de la nave, era un lugar sellado y con vista al
espacio y las estrellas, había gravedad 0, era el único lugar de la nave que no
giraba, yo estaba allí sola, entré a ese increíble lugar mirando el infinito y
flotando, ante tanta belleza comencé a excitarme sintiéndome dueña del
universo. Una sombra me hizo desconcentrarme, pude ver que me observaban y de
soslayo supe que eras tú que me mirabas escondido y excitado, expectante de lo
que haría. Sabía que me mirabas y eso me excitó aún más, quería brindarte un
orgasmo, quería que te extasiaras y vieras como me masturbaba, quería que me
pensaras, que me anhelaras, que me desearas intensamente. Poco a poco la excitación de saber que estabas
allí observando cada uno de mis movimientos, me fue llevando a tocarme y
acariciarme sensualmente, arrastrar lentamente mi mano dentro de mi ropa
interior, mientras que la otra acariciaba mis senos, mi abdomen y mi cuello,
comencé a gemir y contorsionarme sin reparo mientras la falta de gravedad me
permitía moverme libremente por ese hermoso lugar. Poco a poco fui aumentando
la intensidad de mis movimientos, mis fluidos me excitaban aún más, mis
clítoris centellaba de éxtasis y pasión, mi vagina palpitaba fuertemente hasta
ahogarme en el más fuerte orgasmo que jamás había sentido, gemí, grité, aullé
fuertemente para ti, para que murieras de ganas de estar conmigo. Mi cuerpo
exhausto flotaba casi desnudo y tu seguías inerte o más bien paralizado de la
excitación, tus pantalones reventaban de la presión de tu pene hinchado,
solamente espiando, solamente observando, solamente anhelando, hasta que
también explotaste de placer, la simple imaginación te llevó a transportarte,
mentalmente conectados, sintiéndonos sin tocarnos y fue tu magnífico orgasmo
que no pudo esconder más tu presencia… ¡¡Y allí desperté!!
Alain estaba
notablemente desconcertado, nunca antes le había pasado esto, nunca antes se
había excitado escuchando una fantasía de su paciente. Siempre su compostura y
ética le habían permitido escuchar y discutir con ecuanimidad los más variados delirios
que lo incluían también. Se notó jadeante, su erección era evidente, el sudor
comenzó a correr por su frente, empezó a juzgarse fuertemente, dentro de su
propia cabeza hacía intentos desesperados por no mostrar su preocupación y su
gran excitación. Sin embargo, mientras más trataba de reprimirse, más se
excitaba, más la pensaba.
Samantha es una
paciente extremadamente inteligente, muy sensual en su forma de hablar y
comportarse, su naturalidad y femineidad resaltaban a la vista de todos, su
misma libertad, naturalidad y su desparpajo al hablar había ahuyentado
emocionalmente a los hombres que por desgracia le llamaban la atención, los que
luego del sexo huían y la dejaban nuevamente sola. Víctima de abandonos,
ella invariablemente escogía al típico
macho desprendido de emociones. Siempre buscando amor y cariño en hombres que
no estaban dispuestos a dárselo. Alain continuamente frustrado ante su
escogencia de parejas, pensando que ella
merecía algo mejor, admirando su frescura y su forma de ser, que de una forma
descarada mostraba sin contemplación. Él durante ocho meses tratando de
alejarse de su humana atracción, ocho meses disimulando y siendo el respetable
doctor, ocho meses sin demostrar ni un signo de ligera seducción, mostrándose
cordial y respetuoso ante el significativo embate de su presencia, ante su
aroma que armonizaba perfectamente con su frescura, ante sus insinuaciones a
las que quería hacer caso omiso. Hoy todos sus esfuerzos se esfumaban, hoy
perdía la compostura, hoy se olvidaba de quién era para ella y se convertía en
quimera, era un hombre y no más doctor.
Rápidamente trató de
disimular lo evidente, entrecruzando sus piernas escondiendo su erección,
Samantha no quiso ser prudente, sabía que había logrado su cometido, miró
excitada su entrepierna, quería que él se incomodara aún más, sabía que la
relación terapeuta paciente se había resquebrajado y que ya no podría ser lo
mismo. Mientras más lo veía, él más se excitaba, ella sentía y gozaba la
situación. Él tratando de mantenerse incólume, su cuerpo delatando lo que por
meses había fantaseado. El buen doctor había perdido la batalla contra su
cuerpo, su corazón latía a mil por hora, sudor profuso que evidenciaba su lucha
interna, se hacía indudable la atracción, el deseo y la gran admiración que el
sentía por ella. Entonces Samantha rompió el incómodo silencio y con descaro le
dijo que quedaba despedido.
El incrédulo y
avergonzado le replicó, “ ¿Cómo que despedido, qué quieres decir con eso?” Ella
tomó el completo control de la situación, se sentía cómoda y desinhibida,
estaba segura de lo que quería, lo quería a él, deseaba su cuerpo, deseaba su
barba, deseaba su aliento surcando su pubis. Ella contestó… “si despedido, ya
no eres mi terapeuta, ya no soy más tu paciente”.
Se levantó confiada y
deslizó su mano por su varonil pantalón hasta tocar la más descomunal erección.
Apresuradamente, se colocó sobre el asustado hombre que incrédulo no podía
reaccionar más que con excitación y placer. Había perdido la batalla contra la
cordura, sólo quedaba sucumbir ante tan anhelante gozo. Las palabras de ella
fueron música para sus oídos, se despojaba de la responsabilidad y la ética que
lo caracterizaban y se hundió en el más profundo éxtasis de sus encantos.
La tomó con fuerza
pero con ternura, entre ferocidad y
entrega recorría con la boca, el cuello y los senos. Tocó con firmeza toda la
figura que siempre había escondido, cada curva, cada pliegue. Levantó
cuidadosamente su vestido de flores, al fin podía mirar con estupor su
increíble y sensual figura, el cuerpo de ella comenzó a moverse con la soltura
y ligereza que había descrito en su fantasía, ella emanaba un calor sofocante
que aliviaba con sus húmedos besos, él sentía que flotaba, que volaba, ella
diestramente se posicionaba sobre él, sabía que tenía el control y el poder,
rápidamente se despojaba de sus pantis que el trataba de romper sin éxito. Ella
sólo desabrochó el pantalón de él y los botones de la camisa salieron
desprendidos de tan fuerte tirón, ávidos
de deseo ella decide ser penetrada, siempre llevando el control, él solo
respondía a sus embates lujuriosos y la
besaba con hambre, con ansias. Ya no sentía amarres, ya no existían ataduras,
un consultorio convertido en un hermoso salón lleno de estrellas, flotando bajo
el infinito, jadeando y gimiendo en la fantasía de la soledad de un universo
donde en vez de un bigbang sólo se escuchan los gritos de un explosivo orgasmo,
la comunión de almas que surcaban el infinito, juntos gozando de tan anhelada
unión, sexo desbordante de pasión y de deseo, éxtasis profundo, sin conciencia,
sólo sintiéndose uno al otro, entrelazados y flotando en gravedad 0.