Las estadísticas dicen que
los casados viven más y con mayor calidad de vida, esto cuando no hay conflictos. Pero los
conflictos: enferman mental (depresión, trastorno bipolar, bebida,
violencia,..) y físicamente (corazón, cáncer, enfermedades inmunológicas, dolor
crónico...). Hasta aumentan la probabilidad de accidentes de tráfico, incluyendo
los mortales. Los conflictos en la pareja generan también problemas en los
hijos (problemas de conducta, depresión y problemas para alcanzar la intimidad
en el futuro). En mayor o
menor medida, con buena o mala fortuna, todas las personas adultas conocemos la
experiencia del amor, del enamoramiento, y también del desamor y de las
consecuencias emocionales que implica. Cuando empezamos una relación todos
sabemos que esa relación puede terminar. Si la función que tiene la pareja
humana es la de desarrollar la capacidad amorosa de cada individuo, puede
ocurrir que ese sistema empiece a no ser válido para el desarrollo personal de
uno de sus miembros y a partir de ese momento tiene que haber un
replanteamiento real y una asunción de la crisis.
Ese conflicto puede venir motivado
por un cambio de valores individuales, por un cambio de trabajo, por la entrada
de una tercera persona dentro del marco sexual o afectivo-emocional, por el
nacimiento de un hijo, por el fallecimiento de un familiar de uno de los
miembros de la pareja, o por cualquier otra circunstancia cotidiana que influya
directamente en la emocionalidad, y eso repercute en su sistema más próximo. Una crisis de
pareja no significa necesariamente el fin de una relación pero su presencia
hace saltar la alarma y nos alerta de que algo no va bien. Las crisis de
pareja forman parte de la relación amorosa. Se trata de momentos difíciles en
los que parece tocarse fondo y sobre los que sobrevuela bajo el fantasma de la separación.
El conflicto se vive como una amenaza que abre brecha en nuestra siempre
frágil seguridad emocional. El desenlace dependerá de cómo sepamos afrontar
esta especie de naufragio transitorio; sólo un cambio de actitud y de enfoque
puede devolvernos el amor.
En la pareja se va
construyendo un método para tomar decisiones y se establece una estructura de
poder, que puede ser más ó menos democrática, pero siempre aceptada por los
dos. La toma de decisiones es una de las fuentes de conflicto importantes en la
pareja. Si una pareja
logra remontar este bache, la relación se ve fortalecida y ambos miembros
experimentan un crecimiento personal y afectivo. Pero si fracasa en el empeño,
la ruptura puede convertirse en la única salida de la relación. Determinados estados emocionales como la depresión y la ansiedad
pueden afectar seriamente una relación y la solución tiene que pasar, en primer
lugar, por la curación del miembro que las padece. Los problemas de comunicación
son una de las dificultades más graves y habituales que manifiestan las parejas
en conflicto y la principal causa que motiva en los matrimonios la
necesidad de acudir a un terapeuta. La capacidad de diálogo sincero es un rasgo
distintivo de madurez personal. Aunque los expertos aseguran que la mujer tiene
mayor habilidad para expresar sus emociones, la transparencia debe caracterizar
una comunicación entre iguales, donde no
existan dominadores ni dominados, vencedores ni vencidos. Para tener intimidad, para resolver los problemas, para
tomar decisiones, y para convivir es preciso saber comunicarse, escucharse y
respetarse. La capacidad de comunicarse y de resolver los conflictos es
fundamental para la continuidad de la pareja.
Podríamos concluir que el amor
conyugal está en crisis porque los resortes del hombre contemporáneo se han
vuelto frágiles. Se vive sin asideros, sin soportes sólidos, en una existencia
que a veces tiende al vacío, a la superficialidad o al ritmo vertiginoso de
vida, pero en ocasiones sin un rumbo definido. Desde este punto de vista se
hace difícil y costoso entender que el amor (darlo y recibirlo) se aprende y que además necesita de esfuerzos,
de renuncias y de sacrificios, que muchas veces somos incapaces de brindar.
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