
Las fantasías en general hacen
que podamos evadirnos de las frustraciones de la vida cotidiana. Mediante la
imaginación el individuo puede transformar el mundo real en lo que más le agrade,
aunque sea algo inverosímil y efímero. Si bien la fantasía no es más que una
divagación simulada de nuestra mente, puede contribuir a promover el entusiasmo,
estímulo, aventura, goce y seguridad en uno mismo.
Las fantasías sexuales se inician
en la niñez y aparecen con mucha fuerza en la adolescencia cumpliendo una función destacada en nuestra vida, como
instrumento para combatir la rutina, inducir a potenciar la excitación, liberar
las tensiones internas y facilitar ensayos imaginarios e inocuos de conductas
jamás llevadas a la práctica.
El hecho de que una persona emplee una determinada fantasía sexual no
presupone necesariamente que desee llevarla a la práctica. Muchas veces las
fantasías se oponen a nuestras creencias y escalas de valores, pero, por
tratarse de escenas imaginadas, deberíamos aceptarlas y sacar partido de ellas.
Comúnmente fantaseamos para hacer todo aquello que no nos atrevemos o no
queremos hacer. Alguna gente, lucha contra esas imágenes al considerar que es
algo impropio. Sin embargo, los pensamientos y figuraciones no son actos. Se
puede, por ejemplo, fantasear con personajes de ficción y eso no quiere decir
que hemos sido infieles.
Siempre
se ha pensado que los hombres tienen más fantasías sexuales que las mujeres, al
igual que se ha acuñado por la creencia popular, que ellos tienen más
necesidades sexuales. Pero quienes hemos estudiado el tema desde la sexología,
afirmamos que existen muchas similitudes entre las fantasías de unos y otras. Las fantasías sexuales
son el salvavidas de muchos hombres y mujeres con o sin pareja. Pero todo el
mundo vivencia, en mayor o menor medida, esas imágenes y pensamientos sobre
temas sexuales que nos llevan a sensaciones muy placenteras. Por medio de las
fantasías, podemos hacer todo lo que nos gusta, no hay límites y la imaginación
y la creatividad se desbordan. Es un terreno donde nada está prohibido y todo
puede ser posible, aunque a veces nos asuste. Algunas personas
comparten
sus fantasías con la pareja mientras que otras, las guardan celosamente como
algo íntimo o ante el temor de no ser comprendidas y se les intente buscar
otras connotaciones que no tienen.
Estas fantasías cumplen varias
funciones como la de originar excitación y provocar excepcionalmente el
orgasmo; sustituir experiencias inalcanzables; aumentar el placer durante la
actividad sexual; facilitar la respuesta sexual previa a una experiencia; constituir
una forma de ensayo de experiencias posteriores que producen mayor seguridad a
sí misma/o sin exponerse a ningún riesgo y con total control.
Las
fantasías sexuales pueden ser una fuente de crecimiento personal, de
autoconocimiento de placer, de juego, de creatividad. A partir de ellas,
podemos entender muchas de nuestras actitudes relacionadas con la sexualidad.
Las fantasías acompañan a muchas actividades pero muy especialmente a la
masturbación. Algunas investigaciones han arrojado que más del 90% de los
adolescentes, hombres y mujeres, tienen fantasías eróticas durante esa
práctica. Son, por tanto, mecanismos de
adiestramiento que disipan muchos miedos de la inexperiencia y por ello, más
que sentir temores ante ellas, debemos reconciliarnos con una variante que
puede darnos seguridad en nosotros mismos, además son una forma de autoerotismo
que facilita las actividades sociosexuales. Las fantasías repercuten
decididamente en las futuras experiencias sexuales y pueden servir, además,
para evitar la rutina dentro del matrimonio.
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