
Cualquier pareja, por imposible que
parezca, es susceptible de pasar por un momento de crisis. Lo que empieza como
una relación fluida puede verse interferida por factores como el cansancio, el
estrés, los problemas laborales, familiares o económicos. La convivencia diaria
puede llegar a erosionar mucho la vida en pareja y, unida a otros factores, pueden
echar a perder hasta la mejor de las relaciones. Muchas veces, además, la crisis
sobreviene sin que ninguna de las dos partes tenga ningún deseo de que suceda, ni
mucho menos de romper la pareja. Cuando esto ocurre, tal vez sea el momento de
buscar un poco de ayuda externa para recuperar la armonía perdida.
En el momento en que surgen los
conflictos, la estabilidad mental y emocional empieza a tambalearse. Es muy
fácil dejarse llevar por el enfado, el rencor, el despecho y los sentimientos
de traición. Guiados por todos ellos, aún resulta más fácil echar la culpa de
todo al otro, asumir un papel de víctima y poner distancias y barreras a la
comunicación. Muchas son las formas de acercarse o los motivos por los cuales
una persona decide acudir y de una u otra forma están relacionados con el
dolor, la incapacidad para manejar una situación, la relación con los hijos,
con la familia de origen, la intrusión de una tercera persona, la propia
personalidad o la de la pareja y más. La terapia de pareja está dirigida a
personas que mantienen una relación de larga duración y que presentan
dificultades de convivencia. Que la pareja, sea o no matrimonio, o involucre a
personas de mismo o distinto sexo no es determinante.
Sin embargo, cuando las parejas dan el
paso y se deciden acudir a terapia, tienen una serie de pensamientos casi
siempre desviados de la realidad y que les sirven de parámetro de comparación
para evaluar la efectividad y los resultados de la misma. Mientras más altas
son las expectativas que se tiene sobre una persona, más se sufre y menos se
entiende la relación en una separación. Depositamos nuestra propia felicidad en
los actos de una persona y si cumple nuestras expectativas "somos
felices" pero si no las cumple aparece el conflicto.
Muchas diferencias o incidentes
domésticos leves, aunque sean repetidos, no indican la necesidad de una terapia
profesional de pareja. La pareja tiene muchos recursos para resolver conflictos
de rutina que deben movilizarse con anterioridad. Los problemas de comunicación
serios e insolubles que aún no han deteriorado de manera
irreversible la relación de pareja y el deseo de seguir juntos, son la
principal indicación de terapia de pareja.
Cuando la relación empieza a
deteriorarse y se piensa seriamente que no se aguanta más y no se ve salida, es
el momento de plantearse la posibilidad de que alguien ajeno y profesional
pueda echar una mano. La posibilidad de la separación está siempre ahí, pero
hay que tener en cuenta que es muy dolorosa, sobre todo cuando hay hijos
pequeños.
Si bien la terapia o la asesoría pueden
ser caminos para aliviar las cargas, recomponer estructuras y definir el futuro
de un matrimonio, la dinámica de una pareja es tan compleja, que identificar
cuándo y por qué hay problemas no es sencillo, como tampoco es fácil saber cuál
es el momento adecuado para consultar. Sin embargo, al tomar la decisión de
acudir a una terapia es importante que el amor subsista a pesar de las vicisitudes
que entraña la convivencia diaria.
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