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viernes, 23 de diciembre de 2016

EL ORGASMO: ALGUNOS MITOS Y REALIDADES

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Si bien durante mucho tiempo una sociedad más bien machista solo indicaba que el que tenía que disfrutar era el hombre (o por lo menos era el único que tenía la posibilidad de reconocer que disfrutaba con el sexo), la verdad es que el proporcionar placer a nuestra pareja puede ser tan gratificante como el de recibirlo. El cerebro es en realidad un órgano sexual muy importante. El deseo, la excitación, el placer, y más pasan por el cerebro. Por supuesto, esto quiere decir que el primer paso hacia un orgasmo pasa por la cabeza.
Desde el punto de vista sexológico, el orgasmo constituye el momento en el cual, después de una gran tensión sexual que ha venido en ascenso (todos los músculos están contraídos, los genitales están llenos de sangre, el ritmo cardíaco y el respiratorio están en su nivel más alto) se descarga esta tensión a través de contracciones rítmicas de los músculos pélvicos, lo que produce una vivencia de gran placer. Es una experiencia extraordinaria que suele ser el punto culminante (el más intenso) de la vivencia sexual. Puede ser un momento de gran plenitud e intensidad. Lo que significa que no se experimenta únicamente en forma fisiológica, sino que hay un componente subjetivo, emocional fundamental, que suele experimentarse con un extremo placer y sensación de plena satisfacción. Cada persona vive sus orgasmos de manera particular.
Hay muchos mitos y creencias alrededor del orgasmo que pueden llegar a convertirlo en un punto de preocupación. Uno de los mitos más difundidos dice que para que una relación sexual sea positiva y adecuada, el orgasmo de ambos miembros de la pareja debe darse al mismo tiempo. Esto no necesariamente es así. Un encuentro sexual puede ser muy satisfactorio aunque ambos integrantes alcancen su orgasmo en distintos momentos. Una relación erótica también puede ser placentera sin necesidad de alcanzar siempre el clímax.
Otra de las creencias se relaciona (en el caso de la sexualidad masculina) con la asociación ineludible entre eyaculación y orgasmo. Muchas veces efectivamente van unidos, pero no tiene por qué ser siempre así. Es posible eyacular sin tener orgasmo y viceversa. Esta última práctica, generadora de un placer muy intenso y prolongado, requiere un aprendizaje y entrenamiento especiales como por ejemplo el Sexo Tántrico.
 En cuanto a la sexualidad femenina, suele haber una confusión en cuanto a la diferencia entre orgasmo clitorídeo o vaginal, clasificación proveniente de la propuesta psicoanalítica. Freud (su precursor) señalaba que las mujeres solamente eran sexualmente maduras cuando tenían un orgasmo vaginal y decía que el clímax producido gracias a la estimulación del clítoris era característico de las niñas o las mujeres inmaduras. Hoy en día persiste la creencia (que genera muchos malentendidos y preocupaciones) de que si una mujer no alcanza un orgasmo a través del coito, sin estimulación del clítoris, hay algo que está mal. Esto no es así. Cada mujer puede vivenciar o no, sus orgasmos a partir de la estimulación de diversas partes de su cuerpo o a través de distintos estímulos. No existe un orgasmo maduro o funcional y un orgasmo inmaduro. Lo importante es que la experiencia sea satisfactoria y placentera para ella.
Otro de los mitos se relaciona con la idea de que las personas somos responsables de que nuestra pareja tenga un orgasmo. Esto tampoco es cierto. Cada persona es responsable de su propio placer. Entre estas responsabilidades se encuentra el derecho de decirle a su pareja qué y cómo le gusta y qué no. Para ello primero hay que conocerse, explorar solos o en compañía para aprender sobre el propio placer y atreverse a conversarlo. Es una vivencia que puede ser muy erótica, divertida y definitivamente enriquecedora, que consolida y refuerza la unión y la satisfacción entre la pareja, y el conocimiento y el disfrute de nuestro propio cuerpo.